Una Rosa guarda la esencia,
el perfume que quizás conserves en medio de un libro de poemas.
Aquellos que escribiste, mientras te inspirabas mirando mis pupilas.
Detrás del cristal y una lágrima contenida, callada, resbalando por mis mejillas.
¡Sí! Era mi silencio que gritaba, pues me faltó dejarte un beso, y sin tú saberlo, te llevaste también mi corazón.
Desde ese día mis pasos caminaron por desiertos
y desfallecía sin entender la vida, como un alma que camina sin corazón.
La muerte brillando en mis ojos, cuando mi esperanza se apagó.
Un Beso guardo porque yo se que algún día volverás. Se congeló por el invierno que llegó tan lento, rompiendo mis labios mi soledad.
El otoño se ha marchado como un día tú, para vestirlo hermoso lo pinté de azul. Ya mi corazón ha vuelto y late y canta, una melodía la cual nadie escuchó.
¡No importa! Si mi canto estremece la tierra, y mi llanto dormido despierta la venganza de Dios.
Él me vistió con las ropas de una esperanza nueva.
Y mis ojos tan solo brillan de amor.
Un adiós que cruje sobre los dientes amargos de la envidia y el ego. Sobre las manos que se unieron para herir mi palabra.
Yo no era quien hablaba, porque no tengo voz, yo no era quien escribía, mi pluma se perdió.

Levanto el vuelo, como el águila para zafarse del cuervo que la hirió. Mientras más alto me elevo, ese cuervo se debilita, jamás logrará elevarse pues su vuelo se limita.

Una Rosa dejo, Un Beso y Un Adiós.

© Esperanza E. Vargas